Al hilo de este vídeo, que contiene un corto discurso del que será con muchas probabilidades, el próximo primer ministro de Gran Bretaña, se me ocurren una serie de reflexiones por comparación y proyección de estas ideas reveladoras sobre nuestra política.
En primer lugar, constatar el hecho de que, de alguna forma, existe una selección positiva mucho mejor implantada en las democracias anglosajonas que en la nuestra propia de España. Esto hace que sean candidatos verdaderos intelectuales, gentes con pensamiento de largo alcance. Igualmente importante es el hecho de que sus oposiciones están a la altura, y esto es garantía de pactos y estabilidad con proyección de futuro.
Una idea destaca por encima de todas en este discurso. Se acabó el tiempo de los grandes liderazgos nacionales y de las trayectorias “inspiradas” o inspiradoras en política. La gente, los ciudadanos, no quieren que nadie les diga ya cómo deben ser las cosas, cuando saben perfectamente lo que ellos quieren. Y lo que ellos quieren no suele coincidir con lo que algunos autoproclamados líderes deciden. Y me explicaré con un ejemplo muy próximo a los ibicencos.
La política de infraestructuras viarias en Ibiza. Un caso altamente paradójico. Los actuales políticos Ibicencos recibieron el apoyo mayoritario de los ciudadanos en esta legislatura por culpa de la ejecución de las obras de la autovía del aeropuerto. Dicho proyecto llevado adelante y ejecutado de manera caciquil y sin tomar en consideración las demandas de los afectados, por el anterior equipo del PP, cosa que les llevó a perder por un pañuelo el Consell Insular y el Govern.
Ahora, PSOE y ExC se están encontrando con una oposición similar a los proyectos de ampliación de las carreteras de Sant Miquel i Sant Joan. Aunque la instrucción administrativa ha sido bastante más considerada hacia los propietarios: reuniones informativas, amplios periodos de alegaciones públicos, etc. etc. Amén de que se han redactado sendos proyectos de una manera muy exhaustiva e intentando respetar al máximo la demolición de viviendas y edificaciones, muy al contrario que en el caso anterior.
Pero ambas situaciones pecan del mismo defecto: el ciudadano las percibe como injustas y arbitrarias ¿por qué? En primer lugar, a nadie le gusta que le expropien nada, ni aunque sea una franja de un metro de terreno, a menos que no se pague un adecuado justiprecio por tal expropiación, que no es el caso. De nada sirve reivindicar un exquisito aprecio por las edificaciones en ambas carreteras, cuando de todos modos terminan ensanchando una carretera a costa del patrimonio de todos los vecinos. Ese es el hecho subjetivo que perciben los propietarios afectados, y no se sienten en absoluto recompensados o reconocidos. “No os quejéis que podía haber sido peor” no es consuelo para nadie.
En segundo lugar, pero más importante, existe la imposición de un modelo, en ambos casos. Desmesurado y gigantesco, sirviendo a oscuros intereses económicos en el caso de la autovía. Con los proyectos del Pacte, se intenta fomentar un modelo de transporte sostenible intentando favorecer la bici como medio de transporte entre núcleos urbanos de la isla, idea no criticable en teoría, pero que llevada a la práctica no deja de ser una mera apuesta sin garantías de éxito. ¿Es que la gente no quiere más sostenibilidad? ¿Es que son equivocados los objetivos de estos proyectos? De ningún modo. El error radica en lo antes dicho: la imposición apriorística de una idea o concepto, que para más inri pasa a justificar una sustracción (con fines sociales, pero sustracción al fin y al cabo) del patrimonio de unos pocos ciudadanos.
Los propietarios tienen algo que decir siempre, y deben ser escuchados. Las alegaciones hechas no han sido contra la promoción de las obras, si no más bien al contrario, contra el modelo impuesto de carril-bici, el cual, al no ser aceptado socialmente –con motivos bien fundados, hay que decir- hace que sea percibida como muy injusta -por innecesaria- la expropiación a los ojos de los vecinos afectados. En suma, una arbitrariedad de la misma categoría que en el caso de las Autovías.
¿Donde está el fallo? El error consiste en no escuchar. Los políticos locales, y los que tenemos aspiraciones a serlo, no debemos imponer jamás de modo inflexible nuestra visión, nuestro modelo a otros ciudadanos, por mucho que lo justifique el interés común. El error consiste en no admitir alegaciones a los principios ideológicos de este u otros proyectos (en la medida en que se pueda hablar de ideología en una franja de asfalto, pero así es la situación realmente). Estos proyectos, que se vanaglorian de ser exquisitos con la propiedad privada, podrían serlo todavía más aún y simultáneamente cumplir con los criterios directores de dar seguridad al tráfico en carreteras y fomentar el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo.
Hubiera bastado con un simple y sencillo trámite de audiencia, de consulta previa en el momento de redactar los proyectos para escuchar la voz de los vecinos afectados y que vieran recogidas sus inquietudes y dudas a la hora de plasmar el proyecto final, para disolver gran parte de la oposición que ahora concitan. Oposición que, hay que decirlo, de paso va a ser oportunistamente canalizada por el PP en un nuevo ejercicio demagógico y tóxico de contrapolítica. Y si se puede cambiar el trazado del Carril bici ¿por qué no?
Este sencillo ejemplo puede hacerse extensivo a múltiples emplazamientos de las Baleares y a muchos otros campos administrativos: remodelación de la Calle Blanquerna en Palma de Mallorca. Política territorial cuasi expropiatoria en todas las Baleares. Sobreprotección ambiental sin contrapartidas, el propio proyecto de la ampliación del puerto en Ibiza, etc. etc. etc.
Esta es una de las lacras de la política local y nacional española en general. Y no pasaría a mayores si se tratara en muchos casos de imponer criterios políticos. La cosa empeora seriamente cuando nos encontramos en realidad ante la expresión narcisista de ciertos egos políticos que se sirven de los presupuestos públicos para llevar a cabo sus delirios de grandeza.
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