Como comentan muchos de sus lectores, hay como un sabor agridulce, se esperaba más, y sin embargo, los resultados no dejan de ser excelentes. Con ellos, comparto el general de los comentarios: me hubiera gustado tener más votos, pero la cosa está muy bien así.
Creo que el cambio que representa UPyD es un cambio "genético" en la evolución de los partidos, una nueva especie en la selva política, no ya española, si no europea. Tiene que ver -entre otros muchos factores- con la promesa que en nosotros intuyen los ciudadanos de una democracia más real y directa, más participativa (veremos si llegamos a cumplir las expectativas, todo depende del congreso). A los hechos me remito, basta con que busquéis en Internet cuantos blogs hay de miembros de UPyD, y comparéis la densidad de "blog por militante cuadrado" con la de PP y PSOE. En Facebook la distancia es abismal, y esto, según lo veo yo, no es anecdótico.
Sin embargo, esta nueva forma de ver y concebir la política puede que tenga una cruz: la de que haya muchos más partidos nuevos semejantes al nuestro. Lo digo como conjetura. Es posible que se de una especie de "explosión cámbrica" en el ecosistema político español. El riesgo de italianización es pues, evidente. Nosotros, como primeros representantes de esta nueva política, deberíamos dotar, al Parlamento y a nuestro país, de instrumentos adecuados para reordenar y reconducir este caos. Deberíamos arbitrar medidas que primen el consenso por encima de todo y eliminar la actual manía de legislar de cara a la galería con los estudios de opinión en la mano. Y no creo que se trate de un problema meramente de principios, creo que es una cuestión más técnico-política que otra cosa.
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