Ha muerto Vicente Ferrer. Yo le conocí de niño. Cuando nadie le conocía en España, fue invitado por el director (Vicente Torres "Fontet") del entonces "Colegio Diocesano Juan XXIII". No recuerdo cual eera mi edad exactamente en el momento de su visita, pero creo que sucedió en cuarto o quinto curso de E.G.B. (Educación General Básica, para los alevines que lean esto). Tendría yo pues entonces unos 10-11 años. Vicente Ferrer aún era un jesuita en ejercicio. Estoy rescatando memorias de hace más de treinta años.
Vino de misión, y nos dio una charla con un pase de diapositivas. Todavía recuerdo la honda impresión que dejó en mi su relato, su descripción de la miseria total, aquellas fotos, estampas del hambre y la pobreza más atroz. Aquellos niños, de mi misma edad, no tenían ni colchón para dormir y lo hacían en el suelo de la escuela, formarse era para ellos un privilegio. Descubrir que lo que se te es dado y consideras como natural es un privilegio para muchos es algo muy turbador, incluso para unos chavales como nosotros.
Calculo que la visita de ese hombre se producjo entorno a los años 1975 o 1976, todavía en la incipiente transición. Descubriamos la labor callada de aquellos hombres y mujeres que renunciaron a una vida cómoda para iniciar una revolución entre los más pobres entre los pobres. Desde entonces, de alguna u otra manera, me fueron llegando ecos de su trabajo, hasta la eclosión de la popularidad de su labor, allá por los noventa. Supe que había abandonado los habitos (ignoro si la fe también), pero perseveró en su empeño de hacer del mundo un lugar mejor.
Qué nos enseña Vicente Ferrer: pues, una cosa bien sencilla y bien dificil al mismo tiempo. Que no hay revolución ni cambio social que prenda en las personas sin amor. Esto es algo que nosotros, ciudadanos occidentales acostumbrados al cinismo descarnado y a la miseria moral olvidamos. Y para alquien que tiene unas mínimas aspiraciones políticas (puedo ser yo, puedes ser tu, amigo lector) es un punto de reflexión. No podemos ser fermento de la sociedad sin disolvernos nosotros mismos en su seno y hacer nuestras sus aspiraciones ¿podremos, sabremos, seremos capaces de tal grandeza?
En estos tiempos de "derecho" y "regulación", tendemos a dar por supuesto que basta con codificarlo todo para que la sociedad prospere. Ese es el fracaso de occidente, lo ha sido del comunismo, lo será del capitalismo y también de cualquier sistema que obvie la naturaleza emocional y psicológica de toda empresa humana. Solo desde este prisma pueden entenderse los colapsos más estrepitosos que se están dando en el seno de nuestra sociedad en la España y Europa de hoy en día: fracasa la política social de protección a la mujer, fracasa la formación de los jóvenes, fracasan las políticas sociales de protección, las pensiones, la justicia. Si no fuera por Cáritas, en España habría tantos "homeless" o más que en los Estados Unidos.
La soberbia e hipocresía jamas fueron buenos aliados para quien pretende ser un modelo social, y los políticos lo son, quieran o no quieran éstos. Todo se está colapsando por que, en el fondo, estamos siendo víctimas de la misma miseria moral y egoismo que Vicente Ferrer quiso erradicar en la India. No fue el único, tambien lo dijo Teresa de Calcuta cuando visitó la sede de la ONU en Nueva York, ante Hillary y William Clinton: "...he encontrado un Cuarto Mundo que agoniza en las calles de vuestras opulentas ciudades para verguenza vuestra...".
Pero aun hay algo más admirable en su vida y obra, y que pienso que a todos se nos está escapando al glosar sus hechos. Nadie sabe si Vicente Ferrer renunció realmente a su fe o no. Es posible que no lo hiciera nunca, pero lo que si está claro es que no impuso su fe ni sus valores morales a aquellos a quienes dedicó su vida. Este es el mejor ejemplo vivo de democracia que podemos encontrar hoy en día. Esa persona entregó su vida a un fin noble en sí mismo, sin más armadura filosofica que un profundo humanismo, que me atrevo a calificar de "agnóstico". Para ponerlo en una única frase, Vicente Ferrer es el vivo ejemplo de "político extremo", ni santo, ni gurú, ni místico: fermento social, defensor de los más débiles, gestor y procurador del bienestar de los demás, con la renuncia total de sí mismo.
Pues todos los Santos misioneros católicos o cristianos albergan (creo yo) en sí mismos un punto de egoismo supremo, pues 'ambicionaban' la santidad, la visión o exaltación de lo divino. Vicente Ferrer renuncia incluso a esto, y en su fuero interno, se despoja de su yo último para convertirse en un mero instrumento de prosperidad y bienestar. Un San Manuel Bueno, mártir, encarnado en Anantanapur.
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Nada que añadir. Chapeau!
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