Máster en macroeconomía por la via rectal.

Tal y como dice Carlos Martínez Gorriarán en su penúltimo post titulado "Necesitamos un Gobierno de Europa", si personas como él o como yo nos hemos tenido que informar acerca de los arcanos de la macroeconomía, entonces es que 'la cosa tá muy malita', o dicho en sus palabras "Cuando los problemas económicos llegan a este punto de divulgación es evidente que afectan a toda la sociedad y no sólo al círculo de los expertos, iniciados e implicados."

Así es, todos estamos aprendiendo a marchas forzadas cuales son las consecuencias de determinadas decisiones políticas de enorme trascendencia, tomadas un poco a la ligera o sin la debida meditación. Ahora es cuando podemos valorar en la justa y ponderada medida el significado de advertencias como ésta de Alberto Recarte, publicada en 1997 y cuyas palabras resultan estar hoy preñadas de verdad.

En ese artículo esclarecedor se ponen de manifiesto las dudas y los inconvenientes escolásticos de perder la soberanía monetaria. No quiero que ésto parezca ahora un panegírico de la difunta Peseta. Sin embargo, en el ardor europeísta de aquellos días uno se recuerda mirando con cierta envídia a paises como Suecia, Inglaterra o Dinamarca cuyos ciudadanos tuvieron el privilegio de poder votar en referéndum  si se entraba o no en el Sistema Monetario Europeo.

A este señor habrá que llamarle algún día para que asesore algún hipotético gobierno progresista, porque su diagnosis certero de los problemas en torno a la unión monetaria europea me hacen ver que posee un ojo económico-clínico muy acertado. Intuyo que no se trata únicamente de escolástica macroeconómica; hace falta tener algo de olfato, una intuición fuera de lo común para ser así de clarividente. Para ejemplificar ésto, basta repescar algunos párrafos de su post del pasado 4 de febrero:

"La economía española está condenada, salvo una catástrofe política, a hacer las reformas. Y las reformas se harán, aun a costa de un desempleo enorme, de la reducción de las transferencias sociales a partir de 2011, de la desaparición de las inversiones públicas en infraestructuras y de la congelación o disminución nominal de los salarios de la mayoría de los empleados del sector público y del privado."

[...]
"Y hay mayores responsabilidades en los gobiernos de Rodríguez Zapatero, por no reconocer la inminencia del estallido de la burbuja crediticia en su primer mandato y por negarse a aceptar la realidad de la crisis cuando ya se había declarado. Y la máxima responsabilidad es la de seguir sin tomar ninguna decisión para que, cuando el ajuste de la economía española termine, podamos volver a crecer y a crear empleo. En correspondencia con la irresponsabilidad del Gobierno del PSOE, la actuación del Partido Popular está siendo bochornosa, porque practican una oposición demagógica, no aportan ideas y cuando por fin el Gobierno avanza alguna idea de reforma, –como la de la modificación de la edad de jubilación–, la critican desde posiciones populistas."

Es cierto, la actual crisis económica es únicamente reflejo de otra crisis, la política que hunde sus raíces en el suelo socio-económico de España. Entre los flashbacks de pesadilla y estupor que siempre me vienen a la memoria hay uno en particular, una rueda de prensa de Álvarez Cascos, a la sazón ministro de fomento, en la que preguntado por el vertiginoso incremento del precio de la vivienda de por aquel entonces (inicio de la burbuja inmobiliaria española) su respuesta fue: "si, es cierto, están subiendo los precios de la vivienda, pero eso es únicamente reflejo de que los españoles, ahora, tienen más dinero".

Mentira, ni lo teníamos entonces ni nunca lo hemos tenido. Toda esa hinchazón era (y es) deuda -privada y pública-. Un ciudadano de a pie como yo, no tiene por que saber de las sutilezas de los mercados financieros y de cuales son los peligros de un ciclo altamente expansivo, ni cuales son los riesgos del apalancamiento de la economía privada por la especulación rampante que se daba por aquel entonces. Pero si era y sigue siendo obligación de los gobiernos, de los rectores del destino de este país, saber cual es la situación real, entonces como ahora.

Ya entonces los que contemplábamos de manera analógica tal fenómeno nos hacíamos cruces y nos preguntábamos cómo era posible semejante dislate. Así pues, de la borrachera de liquidez provocada por la unión monetaria (y por qué no decirlo, una poco tutelada política del BCE) surge el auge económico del segundo Aznarato. Nuestra economía estaba gestando en su seno el "álien" de la crisis económica provocada por la burbuja inmobiliaria.

Como las cosas siempre van por su cauce, la debilidad social y los vicios estructurales de nuestra economía y nuestra democracia no tardaron en manifestarse -de manera trágica- en los últimos días del gobierno Aznar. Un solo atentado terrorista bastó para modificar el rumbo político de toda una nación. Zapatero quitó de un empujón al surfista debutante Rajoy y se puso él mismo a hacer malabarismos en la cresta de la ola económica.

Tampoco un "el brillante y joven socialista leonés" tuvo la suficiente formación (ni, obviamente, los asesores por el designados) en economía política como para ver cuan profundo era el riesgo y la debilidad estructural de nuestra política económica.

Comprobar ésto, que nuestros más altos dirigentes políticos han sido tan negligentes en estas cuestiones me llena con una mezcla de asombro y vergüenza a partes iguales. Pero es que cuando la ignorancia se suma a la necedad y el entercamiento en no tomar las decisiones adecuadas, esto se traduce en una sorda indignación. No en vano, de estas miserias políticas surgen nuevos partidos y ciudadanos comprometidos a darse a sí mismos algo mejor.

Pero por favor, les ruego, les imploro que lean el artículo original de Recarte  que muestro a continuación incrustado. (o directamente descargándolo en pdf, para lo cual habrá que registrarse como usuario de Scribd.)

Una perla entresacada de este escrito:

"La situación de la economía española es comparable –y que me perdonen los eurooptimistas y los que desprecian a las economías en desarrollo– a la de la economía argentina, en su intento de controlar permanentemente la inflación, con el apoyo que se considera imprescindible de una moneda externa y la renuncia a la moneda nacional. Y al igual que en Argentina, el experimento sólo puede tener éxito si se elimina permanentemente el déficit público y se hacen las reformas estructurales."

Teniendo en cuenta cómo acabó la situación argentina, y que este artículo fue publicado nada menos que en 1997,  podemos contradecir el tópico y proclamar que sí existen economistas que pueden explicar lo que pasa antes de que ello suceda. Únicamente son necesarios políticos dispuestos a escucharles y a no usar la política económica siempre en su provecho.



Les dejo ya con el documento, pero a pesar de todo, y hoy esto es más evidente que nunca, necesitamos más Europa (II y III).
La Unión Monetaria Europea: Un proyecto peligroso, incompleto y precipitado